Un nombre en la Biblia no era meramente un sustantivo para designar a una persona y ser llamada. Un nombre propio representaba quien era la persona que lo poseía, representaba el carácter de dicha persona. Tenemos el ejemplo de Abraham (padre de multitud de naciones) en Génesis 17:5, de Israel (has luchado con Dios) en Génesis 32:28, incluso el mismo nombre de Jehová (YHWH) en Éxodo 3:12-15 y de Jesús (Salvador) en Mateo 1:21.
En Juan 14:13-14 Jesús dijo: “Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. ¿Qué significa «en el nombre de Jesús»?
Permíteme hacer una pequeña ilustración y luego pasaré a contestar la pregunta. Imaginemos que soy el hijo del Presidente y que yo te diga: “fulano, ve a mi padre (el presidente) y pídele _______. Dile que me conoces, que yo te mandé y Él te lo dará». Orar, hablar y actuar en el nombre de Jesús es hacer todo esto con Su autorización1 y confiando solamente en El como el Hijo de Dios, como nuestro Salvador, como el Único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), como el Amado en quien somos aceptos delante de Dios (Ef. 1:6). Orar, hablar y actuar en el nombre de Jesús implica que lo que pedimos, hablamos y hacemos está acorde con Su voluntad revelada en la Palabra (1 Jn. 5:14, 15).
1 En Hebreos 4:15,16 se nos dice que porque Jesucristo es nuestro compasivo sumo sacerdote, podemos acercarnos «con confianza al trono de la gracia»; en Hechos 4: (vv. 2,10,18) se relata que los apóstoles (Pedro y Juan) sanaban, hablaban y enseñaban en el nombre de Jesús, quien anteriormente les había dado [a los doce] poder «para sanar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt. 10:1) y quien también comisionó a Sus discípulos lo siguiente: “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones” (Mt. 28:18-20).
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